miércoles, 22 de noviembre de 2006

Un articulo que escribí el año pasado pero que aún considero pertinente

Participación y Responsabilidad Ciudadana

Dos situaciones acaecidas en los últimos tiempos me llevan a reflexionar e invitarlos en este periplo que pueda resultar útil para nuestro crecimiento personal y colectivo.
Luego de los pavorosos acontecimientos en la Discoteque Cromagnon en Buenos Aires, Argentina, se levantaron voces horrorizadas condenando las muertes y buscando responsables entre los músicos, el dueño del local y las autoridades políticas.
Algo similar ocurrió con la cantidad muertos y heridos a raíz de las reparaciones en la Alameda. Incluso algunos medios de “comunicación” (mas adelante en otra columna definiremos lo que esto debería significar) llevaban la macabra cuenta día a día.
Considero que en ambas situaciones la mirada se orientó en una sola dirección y esta es buscar responsables solo mas allá de las propias personas involucradas como victimas. Este es un ejercicio bastante común y cotidiano en todos nosotros. Es cierto que autoridades, dirigentes, convocantes, organizadores, dueños de locales, choferes de microbuses, policías y demases tiene distintos grados de responsabilidad en los hechos por cual deben por cierto asumir y responder. Pero ¿Solo ellos son los responsables? Esto significa que ¿las victimas, sus familiares y toda la comunidad circundante no tienen o no tenemos ni un solo pequeñísimo grado de participación o responsabilidad en las tragedias acaecidas?
Tan populista como solo mirar y acusar a los demás, y mientras más arriba y visibles se encuentren para lanzar dardos es el facilismo de achacar todo a la voluntad de Dios. Creemos (creo) en el Dios de la vida plena y abundante, el Dios que no nos quita lo que mas queremos haciéndonos sufrir sino en el Dios que nos acompaña y consuela en el valle de sombra y de muerte pero esto nos significa que El no nos puso allí. En cada accidente como también en otras circunstancias de nuestras vidas siempre existen decisiones que las personas tomamos. Conciente o inconcientemente actuamos, optamos y decidimos cursos de acción. La pregunta de fondo que quiero plantearnos es por nuestro propio grado de responsabilidad en cada circunstancias en que estamos envueltos. ¿Somos concientes de lo que significa vivir la vida de manera que tengamos que responder al autor y dador de ella?
En el último tiempo he estado leyendo una serie de artículos que hablan sobre la participación y el protagonismo. Se ha elaborado una escala que mide y grafica la situación que va desde la manipulación absoluta en la parte baja al protagonismo real en lo más alto. Esta escala pasa por la manipulación, la decoración y el simbolismo a la participación genuina. De tal manera aparecen conceptos y valores como la autoconducción, autocuidado y empoderamiento. En el fondo hacer realidad la formación de ciudadanía.
Considero que este el punto central de esta cuestión; el ejercicio responsable y conciente de nuestra ciudadanía. En términos de lenguaje cristiano estaríamos hablando de nuestra mayordomía. El enorme desafío de pasar de objetos a transformarnos en sujetos. En la Salvación somos objetos del amor de Dios pero El nos invita, convoca a aceptarle, seguirle y servirle y ese es un enorme ejercicio de voluntad. Esto tiene que ver con asumir las consecuencias de nuestros actos. Dios quiere que nos salvemos y envía a Jesús para lograrlo pero eso en ningún momento implica que nuestra voluntad está ausente de este proceso. Los evangelistas, pastores y maestros tiene su cuota de responsabilidad en el anuncio de la Salvación, incluso el Espíritu Santo el gran ayudador de los creyentes requiere de espacios y oportunidades a partir de la disposición y decisión de todos y cada uno de nosotros.
Por lo tanto no basta con rasgar vestiduras ante las autoridades demandando cabezas que cortar. Es cierto que hay ordenanzas, reglas y leyes que muchas veces no son respetadas pero también existe una especie de desidia, un dejar hacer; un cómplice silencio o un irresponsable actuar.
Ser ciudadano no significa solo trabajar, pernoctar o comprar en determinado espacio geográfico que llamamos ciudad sino ser parte de la vida de ella. Aunque cuando empezamos a vivir grupalmente o hacinados vamos perdiendo espacios para ejercer nuestra decisiones. Mas allá de emitir un voto cada cierto tiempo (los que votan) o elegir a otros para que nos representen, nos cuiden o fiscalicen. El ejercicio de ciudadanía conlleva tiempo, voluntad y una alta cuota de paciencia. Por ciertos que es más fácil dejar que otros decidan por nosotros y de eso se aprovechan muchos.
No debemos olvidar, puestos en perspectiva histórica, que como sociedad vivimos un golpe en el cual resultaron muertos, desaparecidos o torturados una enorme cantidad de gente que estaba participando, construyendo y aportando. Incluso durante mucho tiempo la defensa por la inocencia de alguna victima de la represión era “no estaba metidos en nada”. Toda una generación de dirigentes, motivadores y animadores sociales se perdió y ahora los echamos de menos.
Cuando nos visita la desgracia, la muerte o el dolor no solo miremos a lo alto; debemos ser capaces de mirarnos todos nosotros y asumir nuestra cuota de responsabilidad. El Intendente, Gobernador, Alcalde u otras autoridades tienen su cuota de responsabilidad pero también nosotros tenemos nuestra cuota. Como dicen los profetas en el Antiguo Testamento la llaga no solo está en la cabeza sino que llega hasta la planta del pie. Todos, cada uno de nosotros debemos vivir responsablemente asumiendo las consecuencias de nuestros actos como sujetos y personas interlocutores del Dios de la Vida que demandará. Cuando el mal triunfa es porque los buenos no hacen nada. Pecado no es solo hacer el mal sino también dejar de hacer el bien. La desidia, la apatía, la ignorancia y la omisión son tan condenables como la maldad.

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